lunes, 11 de julio de 2016

Ética aplicada

Diversidad o discapacidad

     No es desconocida la capacidad del ser humano para discriminar y ser discriminado, basados en una “normalidad” efímera y falta de todo principio y razón. No es un fenómeno nuevo, todo lo que al ser humano le parece diferente, de menor valía, que no se ajusta a la vivencia cotidiana ha sido visto con miedo y es precisamente en ese miedo en donde se desata la hostilidad; sin embargo, no todos sufren de dichos miedos, algunos intentan dar rienda suelta a su curiosidad y tratar de entender lo diferente, es precisamente por estos segundos que el mundo con todo lo bueno ha avanzado a donde está hoy.

    La discriminación puede darse en cualquier ámbito y por cualquier motivo: nivel económico, ideología política, credo religioso, preferencia sexual, etc. Y todos los anteriores son temas ampliamente discutidos y en algo atenuados en las poblaciones más abiertas y en los gremios “minoritarios” más activos en la lucha, pero no es claro quien emprende la lucha por la protección y la dignificación de la discapacidad. Desde el punto de vista médico la discapacidad enfrenta grados de disfuncionalidad que no siempre son irreversibles o no mejorables. La discapacidad sea física o mental no tiene que ver con la disminución de la capacidad de ser persona; las personas con algún tipo de discapacidad tienen todos los implementos para ser dignificados como tal y para ser aceptados e incluidos en la sociedad.

    La discusión ética al respecto es amplia, pues efectivamente para las personas discapacitadas se pude ver difícil enfrentarse a la sociedad discriminadora, teniendo en cuenta que son desde el nacimiento catalogados y puestos como los de menor valía y utilidad, el cambio debe darse desde estas mismas personas que deben, en la medida de lo posible, tomar en sus manos la lucha activa por la garantía de sus derechos, independiente de los costos económicos, es una obligación social. la ONU (Organización de las Naciones Unidas) ya ha planteado este tema respecto a los nuevos retos de los derechos humanos, unos derechos humanos mas incluyentes y que respeten la diversidad, actualmente todos los teóricos en el tema de la discapacidad optan por el abandono de este término y cambiarlo por diversidad, algo que no es descabellado y que suena muy familiar a la época en que la homosexualidad, como ejemplo, era considerada una enfermedad mental.

   Refieren en su artículo Paulina Morales y Beatriz Vallés un análisis basado en principios hegelianos, estos clasificados en principios de reconocimiento y de menosprecio. Los primeros; el amor, el derecho y la solidaridad. Los segundos; la violencia y a violación, la desposesión y la deshonra. Si bien dicho análisis no facilita en nada al lector la problemática de la discapacidad, es reconocible el esfuerzo teórico de la autoras por dar a entender la problemática teniendo en cuenta antecedentes y retos actuales, este análisis si bien tiene información muy valiosa, esta sesgado cuando no toma en cuenta la multidisciplinariedad del abordaje de este tema, pues solo toma en consideración el referente filosófico y ético, se dejan de lado y se merman los referentes biológicos, médicos y sociales que tanto tiene que ver con el tema en cuestión y además ponen de manifiesto cierta inconformidad sutil en cuanto a los avances en genética médica.

    Sin duda, la genética es uno de los campos médicos más controvertidos y éticamente cuestionables, teniendo en cuenta sus avances en las últimas décadas, pero dicha cuestionabilidad no debe hacer olvidar que dichos avances han sido protagónicos para el establecimiento de la “calidad de vida” de muchas personas, el hecho, no reside en negar que las personas con discapacidad o limitación física o mental tengan o estén propensas a menos oportunidades de autorrealización, puesto que, se quiera o no el no poder valerse por sí mismo y el no tener el pleno goce de la libertad ya de por si es un limitante bastante importante, la cuestión es que hay que emprender el cambio de visión de los discapacitados y brindarles una garantía de vida digna; ahora bien, ¿qué pasaría en un tiempo hipotético en donde la genética nos permita el nacimiento de personas libres de discapacidades? Pues es un tema abordable desde muchos ángulos, pero no hay a simple vista una contradicción con los principios de respeto e inclusión para los discapacitados. Si es posible mejorar la calidad de vida de una persona desde antes de su nacimiento, ¿por qué no hacerlo? Que referente ético lo impide. Las discapacidades como ya se ha dicho son de diversos tipos, y entre sus clasificaciones están las genéticas y las adquiridas, ¿el poder realizar mejoras quirúrgicas, como ejemplo, a una discapacidad adquirida, deberá ser considerado para análisis ético?

   En conclusión, la discapacidad actualmente no tiene el análisis y la valoración que debería, es necesario validar a las personas con discapacidad y permitir su desarrollo máximo, facilitándoles una sociedad inclusiva. Desde etapas muy tempranas se necesita que estas personas cuenten con mecanismos de afrontamiento hacia su diferencia, para que sean protagónicos en la lucha por sus derechos, si bien las discapacidades no merman la capacidad para ser personas con todo lo que esto significa, tratar de dar funcionalidad a un órgano o sistema va más allá de los referentes éticos de discriminación para confrontar los retos de la calidad de vida.


Morales, P. y Vallés, B. (2013). Discapacidad y reconocimiento: reflexiones desde el prisma de Axel Honneth. Dilémata, 5(13), 189-208. Recuperado de http://www.dilemata.net/revista/index.php/dilemata/article/view/249/276

Guibet, C. y Romañach, J. (2010). Éticas de la diversidad. Una alternativa a la ética de Peter Singer. Dilémata, 2(3). Recuperado de http://www.dilemata.net/revista/index.php/dilemata/article/view/37/52

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